Trás una buena acogida en los festivales de cine de Toronto, Sundance o Miami, y algunos problemas por los derechos entre varias compañías de distribución, la semana pasada se estrenó “La misma luna”, escrita y dirigida por la directora mejicana Patricia Rigen, en algunas ciudades norteamericanas con fuerte población latina. Se trata de su primer guión de largometraje, una coproducción mexicano-norteamericana. Con un tema tan universal como la decisión de tanta gente de ignorar leyes y peligros en su busca de una vida mejor. Trata sobre Rosario, que trabaja como sirvienta en residencias de familias pudientes de Los Ángeles adonde llegó ilegalmente con la intención de ganar el dinero para levarse a su hijo con ella, a quien dejó en México con su abuela. Pero cuatro años después, Rosario no ha podido todavía hacer su sueño realidad. Es cuando la abuela muere repentinamente que el drama comienza. Utilizando un servicio de transportación de ilegales del pueblo, el niño emprende un viaje buscando a su madre. Consigue cruzar la frontera pero tendrá que enfrentar numerosos contratiempos. Mientras, su madre confronta complejos de culpa por la separación de su hijo, sufre humillaciones de parte de la patrona que la explota, y vacila entre un matrimonio de conveniencia con un agente de seguridad, o regresar a México a reunirse con su hijito.
Una historia sobre cómo buscar -y encontrar-mejores oportunidades.
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